La iniciativa es salir con un hijo del mismo género bajo el gancho de un gusto común. Ellas: playas y compras. Ellos: ocupaciones al aire libre y deportes.
Rodrigo Briceño (44) y su hijo Pablo (15) acaban de hacer algo inédito en su interacción: viajar solos. El 26 de diciembre comenzaron un periplo que los llevó por Egipto, Jordania, Israel y Francia. «La iniciativa ha sido de Pablo. Me solicitó de obsequio por sus 15 años salir ambos, sin la madre y su hermano», dice Briceño.
Y aun cuando se preocupó de que el viaje y el itinerario fueran inolvidables, no pensó que lo podría ser por algo más sencilla, pero determinante: dicha travesía a solas marcó un anteriormente y luego en la interacción con su hijo. No únicamente se conocieron más uno al otro, sino que hoy comprenden más sus aspectos y realizan ocupaciones ligados, que previamente ni imaginaron.
Su caso no es aislado, sino parte de un nuevo fenómeno turístico que partió en el continente Europeo y que empieza a imponerse en Chile: los viajes personalizados o padre-hijo. La fórmula es simple: desde gustos usuales de género se arma un viaje que tiene como gancho la entretención, sin embargo que también posibilita tener una época único para compartir.
Si bien el sistema partió hace unos años con vuelos a Buenos Aires a ver el tradicional River-Boca, en el último año no solamente se ampliaron los destinos, sino que se duplicó la demanda, según Congres Tour. Una tendencia que promete continuar creciendo. Por cierto, únicamente para estas vacaciones las demandas se han aumentado en un 30%, dice Jenny Ugalde, directora de ventas de Tepual Travel.
Destinos
¿Las motivaciones del viaje? «Las madres viajan con sus hijas a relajarse, ir de compras, a hacerse tratamientos de belleza y a ferias de libros. Los hombres para hacer alguna actividad outdoor o ver espectáculos deportivos y musicales», cuenta Mariza Cartagena, gerente de desarrollo de Cocha.

¿Dónde? Ellas privilegian Miami, Flujo de agua de Janeiro, Buzios y Buenos Aires, a medida que ellos se inclinan por sitios como las Torres del Paine, la Zona de Los Lagos, Sao Paulo (Fórmula 1) y Buenos Aires (fútbol o conciertos). El interés es tal que las agencias lo vislumbran como un nuevo nicho turístico, por lo cual ya preparan programas especiales: «Para este año estamos elaborando una programación bastante variada de paquetes especializados para este segmento», dice Cartagena.
Los denominados viajes personalizados son paseos cortos -de entre 2 y 5 días- y en compañía de un solo hijo muchacho (13 a 16 años) o chico (17 a 21). Las edades perfectas para hacer esta clase de viajes, de acuerdo con el sicólogo de la Clínica Santa María, Juan Pablo Westphal, puesto que son los periodos de las enormes dudas y del traspaso de vivencias vitales.
«En el principio de la pubertad hay un despertar sicológico y emocional donde el adolescente empieza a racionalizar, sentir y ver el planeta como maduro, sin embargo todavía no realiza la emocionalidad para realizarlo y por esto atraviesan un lapso de cuestiones que los papás tienen que intentar de contestar», dice.
Y un viaje de esta clase podría ser un inmejorable instante, puesto que concentra 2 cosas que básicamente no hay en lo demás del año: tiempo para compartir y un ambiente de distensión. Un mix que posibilita que la interacción que está establecido entre papás e hijos sea bastante distinta a la diaria y por lo mismo posibilite otro de tipo de acercamientos.
Es lo cual le pasó a Silvia Zuazúa (57) y su hija Javiera (21) quienes fueron a Flujo de agua de Janeiro en las vacaciones de invierno, dejando a la hermana más grande y al papá en Santiago. Allá no únicamente compartieron gustos usuales: visitar las playas y de compras, «sino que además conversamos mucho», dice Silvia. Algo que para Javiera representó «conocer a mi madre en cada una de sus facetas, como amiga y persona». El viaje las marcó tanto, que ahora planean visitar París nuevamente solas.
Paola Dünner, sicóloga de la Clínica Alemana, dice, no obstante, que no continuamente se va a ofrecer dicha abertura tan espontáneamente y que, por lo mismo, no se debe forzar las conversaciones, puesto que «frecuentemente los hijos se bloquean frente a cuestiones bastante directas», dice. Otro consejo: salir con todos los hijos, debido a lo cual nadie se sienta más o menos valorado.
En la situación de los adolescentes, el acercamiento es bueno para transmitir vivencias de vida. «Ejemplificando, una vez que el adolescente de 19 ó 20 años está comenzando un pololeo es bueno que el papá (o madre) le transmita sus conocimientos en interrelaciones de pareja», dice Westphal, quien añade que el primordial beneficio de esta clase de viajes es que «producen una enorme sensación de comunión, bastante elemental en el desarrollo de los adolescentes».
Manuel (50) y Diego (20)hicieron uno de dichos viajes y lo recomiendan ciento por ciento. Anterior a su recorrido a Playa del Carmen -un destino poco elegido por hombres- apenas conocían los gustos e intereses del otro. Ha sido en aquel viaje donde, por primera ocasión, hicieron cosas unidos como descansar en la misma pieza, jugar pimpóny ver partidos de fútbol. «Nos conocimos mucho.
El viaje ha sido un rato de inflexión en nuestra interacción que ahora es más suelta y dinámica», dice Manuel. Por esa razón el sicólogo de la Clínica Santa María sugiere salir bajo este modo del «hijo único» (a cualquier destino), «cada uno o 2 años».